martes, 4 de agosto de 2015



De la pasión y la mentira
María Jesús Mayoral Roche



 
Nápoles, 11 de septiembre de 1995

        Caro Fabio:

        Hoy estoy triste, echo algo en falta y no sé… Me siento descolocada, algunas veces me pasa y suele ser cuando me asalta la duda, cuando algo me dice que la vida está pasando y no la siento, cuando pienso que llego tarde, que voy retrasada, que no puedo recuperar el tiempo y el que tengo se me está escapando.
        Sigue leyendo por favor, sé que te amedrenta esta clase de discurso. No te culpo, cuando pienso en voz alta aterrorizo a los de mi alrededor. Parece ser que el abatimiento no se hizo para mí. No te imagino con depresión, me decían mis compañeros de trabajo. Nadie está libre de nada.
        Ayer me llamó por teléfono un gran amigo, un espía que siempre me localiza e irrumpe en mi vida cuando le parece, un hombre que me enseñó a crecer y que se maneja magistralmente en el arte de algo que odio con todas mis fuerzas: la mentira. Reconozco que fue uno de los periodos más interesantes de mis años vividos en Madrid. Le transmití estos mismos pensamientos. Pues bien, curándose en salud, me recomendó que viviera una pasión. No me atreví a desvelarle mi opinión a este respecto, hubiese sido cruel por mi parte. Es curioso que hagan recomendaciones de este tipo los desafortunados en el amor, precisamente él, que consumó su única pasión en plena juventud sin más sentido que el de la inconsciencia: cuando la pasión perdura gracias a la fuerza de la costumbre es que se ha quedado en un recuerdo. Esa es la pasión de mi amigo: un recuerdo, una fotografía.
        Fabio, nadie está dispuesto a vivir su gran pasión, nadie quiere arriesgar: saben que la pasión muere o acaba matando. Sí, reconozco que tú fuiste mi pasión y que fue sublime: cuando conoces lo sublime no te conformas con menos. Nadie me alcanza, ni siquiera pueden seguirme, soy libre. Un águila: así me definiste una vez.
        Me encuentro en uno de esos cruces trascendentales, tengo que seguir adelante con mi novela y ni siquiera sé por dónde empezar. Siendo una vividora me siento morir. Deseo tocar fondo, necesito increparme y decirme: no eres capaz, no lo lograrás. El trance literario siempre se desata en mí de esta forma, a veces resulta doloroso: es algo que crece en el interior y no puedes detener sintiendo que te desborda.
Las ruinas de Pompeya han sido desde que las visité mi gran pasión y ahora me están matando. ¿Comprendes ahora lo de atreverse a vivir una pasión? Llueve, no cesa de llover. Mis amigos se ríen cuando digo que la lluvia ha marcado los momentos más importantes de mi vida, no deja de ser una casualidad. Quizá sea este el momento, ese momento que llevo esperando y hace que me sienta rezagada porque es él el que me está esperando. El tiempo pasa, los pensamientos se suceden y llegaré como sea. No puedo detener nada, no puedo volver atrás: el futuro es lo único que importa, me está esperando. Cuando llego a este punto de no retorno, pienso que sería mejor engañarme, justificarme; sin embargo no puedo, es tal la fuerza que me arrastra a la verdad, que aunque quisiera mentirme no podría, no sabría. La verdad, esa verdad que nadie quiere oír, esa verdad que aleja a los amigos, a los amantes; esa claridad que no contempla el ser humano cuando es arrastrado por la ignorancia y busca consuelo en la infelicidad de los demás hasta llegar a esa conformidad de masa que tanto gusta en estos tiempos. La pasión es la ejecución del sentir de uno mismo, de su verdad más íntima. ¿Comprendes ahora... el miedo de vivir una pasión?
Esta noche, me confortaré repasando mis vivencias y pensaré: todo lo que te rodea es mentira, vive tu verdad. Mañana cuando despierte será un gran día porque seguiré luchando, arañando la vida y dando lo mejor de mí.

        Baci.

De mi libro epistolar “Cuore Ingrato” (Sin publicar).

5 comentarios:

  1. ¡Qué tendrán los italianos... para gustar tanto!

    L.

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  2. Voy a poner un ejemplo muy gráfico de cómo son los italianos. Me encontraba en Siracusa en medio de una explanada llena de autobuses, fui a la taquilla y estaba cerrada. Le pegunté a un señor que estaba esperando:
    - Querría ir a Noto y...
    Me contesta encantadoramente:
    -¿Conmigo?
    Nos echamos a reir los dos y me dice:
    -Los billetes se sacan en el bar y el autobús que va a Noto es ése.
    Lo miro y estaba ya maniobrando para salir. El señor me indica que que vaya rápidamente a sacar los billetes, se pone delante del autobús obligando al conductor a parar y a decirle amablemente que me espere. Por supuesto pude subirme al autobús.
    Así son los italianos y como esta anécdota podría contar...

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  3. Como no enamorarse.........
    Tengo antepasados italianos, soy la cuarta generación.
    Una mañana apareció mi suegro con un libro para mi.
    Me lo dio diciendo q esa era mi historia.
    Rasgue su envoltorio y leí.
    Romeo y Julieta
    Despues de varios años , el nos había comprendido.

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  4. Escribe, publica...
    Tienes mucho q decir.
    La tristeza es , a veces, la falta de una etapa en nuestra vida.
    Algo q queremos vivir y, y no hemos vivido.
    Escribe, publica.
    Revisa q es lo q buscas y ve a por ello.
    Que te ha quedado a medias?
    Ve a por ello.

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    1. Gracias por tus comentarios, Cristina. Tienes razón.

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